El ocaso de cualquier sociedad pasa por la demolición de los cimientos culturales, antropológicos, sociales y económicos. Desde el punto de vista social, la cultura occidental está basada en una visión antropocéntrica del varón, herencia de una concepción patriarcal y religiosa, donde el centro de los ámbitos público, político y social los ocupa casi en exclusiva, el hombre.
Gracias al movimiento feminista esta concepción androcéntrica comienza a desmontarse proponiendo una sociedad más igualitaria, más justa, donde el género de los seres humanos no determina su rol, ni la valía, ni las aspiraciones, ni donde son capaces de llegar. Bajo el prisma del feminismo las mujeres ya no están supeditadas a la autoridad moral, fiscal, laboral o personal de ningún varón. Teniendo en cuenta que ya tenemos varias generaciones que han nacido en democracia, que creen vivir en una sociedad supuestamente aconfesional, democrática e igualitaria, la desestabilización de los sustratos que conforman la sociedad tradicional era sólo cuestión de tiempo.
Sin embargo, demoler los cimientos de la sociedad patriarcal y capitalista está siendo mucho más difícil de lo que a priori debería ser. Nos encontramos en un momento histórico, en el que parte de la sociedad y de la clase política, cree que la igualdad ya se ha conseguido, que las mujeres no cobramos menos, que los cuidados están lo suficientemente repartidos, que la esclavitud, la prostitución, la trata, los vientres de alquiler son cuestiones feas que afectan a otro mundo, a otro tipo de personas.
Creemos que es nuestro deber como mujeres, hijas, madres, esposa, hermanas, amantes, amigas y/o trabajadoras poner en perspectiva nuestra situación. Es verdad que hemos mejorado mucho, es verdad que hay leyes promulgadas contra la desigualdad, aunque harina de otro costal es la manera en las que se aplican y la dotación económica con la cuentan para que sean efectivas. Sin embargo, también es cierto que la violencia machista sigue en aumento, que las profesiones más feminizadas están peor pagadas y peor consideradas, que los techos de cristal existen, que la mayoría de excedencias por cuidados de hijxs o de mayores las cogemos las mujeres, dejando a un lado nuestras perspectivas de crecimiento laboral y personal, para cuidar, es verdad que las violaciones y agresiones sexuales siguen incrementándose año a año. En definitiva, es verdad que SER MUJER nos hace partir en una posición de desventaja, sólo por el mero hecho de serlo.
Desde el Espacio Feminista de USTEA, como sindicato feminista y de clase ha llegado el momento de decir BASTA, destruiremos los cimientos del patriarcado opresor, destruyendo no sólo las concepciones de los roles femeninos, sino también los masculinos, apoyando esas masculinidades igualitarias que están surgiendo. Derribando las estructuras de poder que perpetúan las desigualdades de género y construyendo a través del feminismo, una fuerza transformadora que cuestiona los estereotipos, visibilizando las voces silenciadas y la lucha por una igualdad real.